

En los poemas del viejo estilo no había el equilibrio de los tonos ni dísticos pareados; con toda libertad los versos podían rimar en un tono diferente.
Acaso por esta métrica abundan las alusiones al budismo en la poesía de Wang Wei (c. 699-751). Octavio Paz confirma esta perspectiva a través de varias fuentes: “Poesía de la naturaleza pero poesía budista de la naturaleza: ¿el cuarteto no reflejaba, más allá del esteticismo naturalista tradicional en ese tipo de composiciones, una expresión espiritual?.
Ahí encontré una confirmación de mi sospecha: para Wang Wei la luz del sol poniente poseía una significación muy precisa. Alusión al Buda Amida: al caer la tarde el adepto medita y, como el musgo del bosque, recibe la iluminación. Poesía perfectamente objetiva, impersonal, muy lejos del misticismo de un San Juan de la Cruz, pero no menos auténtica y profunda que la del poeta español. Transformación del hombre y la naturaleza ante la luz divina, aunque en sentido inverso al de la tradición occidental. En lugar de humanizar al mundo que nos rodea, el espíritu oriental se impregna de la objetividad, pasividad e impersonalidad de los árboles, las yerbas y las peñas, para así, impersonalmente, recibir la luz imparcial de una revelación también impersonal. Sin perder su realidad de árboles, piedras y tierra, el monte y el bosque de Wang Wei son emblemas de la vacuidad. Imitando la reticencia de Wang Wei, me limité a cambiar ligeramente las últimas dos líneas:
No se ve gente en este monte.
El musgo la devuelve, verde.”
Sólo se oyen, lejos, voces.
La luz poniente entre las ramas
Al leer el “Parque de los Venados” se tiene la impresión de que no hay sujeto, sino que el poeta se disuelve en el paisaje, aunque siempre hay alguien presente: quien oye los ecos y percibe el reflejo de la luz.
El musgo la devuelve, verde.”
Pese a todo, muchos de esos versos revelan en términos generales el sentido budista de trascendencia del mundo y de la conciencia del vacío.” afirma la editora Deborah Sommer. Ejemplo de un poema han shan:
Ahora la gente busca el Tao entre las nubes,
Un camino misterioso y sin señales:
Cumbres peligrosas y escarpadas,
Delante y detrás de ti, riscos verdinegros,
Nubes blancas al Este y al Oeste.
¿Deseas saber dónde se halla ese camino?
Se encuentra en la vacuidad y el vacío.2
Recién escampa en la montaña vacía,
En la noche fresca el otoño se respira.
La luna resplandece entre los pinos,
El manantial corre junto a las peñas.
Suena el bambú al retornar las lavanderas,
Las flores de loto se hunden al paso de los botes.
Brotan en profusión los perfumes primaverales.
Aquí se planta este hijo de la nobleza.3
Para Octavio Paz, las señas que ofrece Wang Wei saltan a la vista: “La luz del sol poniente alude al punto del horizonte regido por el Buda Amida. Sin tratar de precisar demasiado el juego flotante de las analogías, puede decirse que el sol poniente está por la luz espiritual del paraíso del Oeste, el punto cardinal del Buda Amida; la soledad del monte y el bosque están por este mundo, en el que no hay nadie realmente aunque se oigan ecos de voces; el claro del bosque iluminado por el rayo silencioso está por aquel que medita y contempla.”
En su comentario sobre la versión hecha por el poeta mexicano, Weinberger hurga en los versos adaptados al español: “Paz quita vacía del primer verso; en el segundo como Margouliès y Rexroth, coloca las voces lejos. El tercer verso, aunque no del todo literal, acaso sea el más bello de todas las versiones: reemplaza el abstracto la luz entra al bosque con el concreto y dramático por los ramajes la luz rompe: la luz casi se vuelve la iluminación súbita, satori , del budismo Zen.”
Mi retiro de Wang chuan
A Peiti
La montaña helada se torna jade,
Mansas fluyen las aguas del otoño.
Apoyado en la verja miro los alrededores,
Dentro del viento del ocaso se oye la cigarra.
El sol se hunde más allá del río,
Del villorrio se eleva el humo, solitario.
Vuelves a ser como el borracho Jieyu:
Cantas enloquecido entre los sauces.4
Acaso por esta métrica abundan las alusiones al budismo en la poesía de Wang Wei (c. 699-751). Octavio Paz confirma esta perspectiva a través de varias fuentes: “Poesía de la naturaleza pero poesía budista de la naturaleza: ¿el cuarteto no reflejaba, más allá del esteticismo naturalista tradicional en ese tipo de composiciones, una expresión espiritual?.
Ahí encontré una confirmación de mi sospecha: para Wang Wei la luz del sol poniente poseía una significación muy precisa. Alusión al Buda Amida: al caer la tarde el adepto medita y, como el musgo del bosque, recibe la iluminación. Poesía perfectamente objetiva, impersonal, muy lejos del misticismo de un San Juan de la Cruz, pero no menos auténtica y profunda que la del poeta español. Transformación del hombre y la naturaleza ante la luz divina, aunque en sentido inverso al de la tradición occidental. En lugar de humanizar al mundo que nos rodea, el espíritu oriental se impregna de la objetividad, pasividad e impersonalidad de los árboles, las yerbas y las peñas, para así, impersonalmente, recibir la luz imparcial de una revelación también impersonal. Sin perder su realidad de árboles, piedras y tierra, el monte y el bosque de Wang Wei son emblemas de la vacuidad. Imitando la reticencia de Wang Wei, me limité a cambiar ligeramente las últimas dos líneas:
No se ve gente en este monte.
El musgo la devuelve, verde.”
Sólo se oyen, lejos, voces.
La luz poniente entre las ramas
Al leer el “Parque de los Venados” se tiene la impresión de que no hay sujeto, sino que el poeta se disuelve en el paisaje, aunque siempre hay alguien presente: quien oye los ecos y percibe el reflejo de la luz.
El musgo la devuelve, verde.”
Pese a todo, muchos de esos versos revelan en términos generales el sentido budista de trascendencia del mundo y de la conciencia del vacío.” afirma la editora Deborah Sommer. Ejemplo de un poema han shan:
Ahora la gente busca el Tao entre las nubes,
Un camino misterioso y sin señales:
Cumbres peligrosas y escarpadas,
Delante y detrás de ti, riscos verdinegros,
Nubes blancas al Este y al Oeste.
¿Deseas saber dónde se halla ese camino?
Se encuentra en la vacuidad y el vacío.2
Recién escampa en la montaña vacía,
En la noche fresca el otoño se respira.
La luna resplandece entre los pinos,
El manantial corre junto a las peñas.
Suena el bambú al retornar las lavanderas,
Las flores de loto se hunden al paso de los botes.
Brotan en profusión los perfumes primaverales.
Aquí se planta este hijo de la nobleza.3
Para Octavio Paz, las señas que ofrece Wang Wei saltan a la vista: “La luz del sol poniente alude al punto del horizonte regido por el Buda Amida. Sin tratar de precisar demasiado el juego flotante de las analogías, puede decirse que el sol poniente está por la luz espiritual del paraíso del Oeste, el punto cardinal del Buda Amida; la soledad del monte y el bosque están por este mundo, en el que no hay nadie realmente aunque se oigan ecos de voces; el claro del bosque iluminado por el rayo silencioso está por aquel que medita y contempla.”
En su comentario sobre la versión hecha por el poeta mexicano, Weinberger hurga en los versos adaptados al español: “Paz quita vacía del primer verso; en el segundo como Margouliès y Rexroth, coloca las voces lejos. El tercer verso, aunque no del todo literal, acaso sea el más bello de todas las versiones: reemplaza el abstracto la luz entra al bosque con el concreto y dramático por los ramajes la luz rompe: la luz casi se vuelve la iluminación súbita, satori , del budismo Zen.”
Mi retiro de Wang chuan
A Peiti
La montaña helada se torna jade,
Mansas fluyen las aguas del otoño.
Apoyado en la verja miro los alrededores,
Dentro del viento del ocaso se oye la cigarra.
El sol se hunde más allá del río,
Del villorrio se eleva el humo, solitario.
Vuelves a ser como el borracho Jieyu:
Cantas enloquecido entre los sauces.4